17/2/14

Infiernos.


Cedió ante el fuego de su infierno que le quemaba la garganta. Aunque empezaba a sentir ese ardor en el alma, ese tibio candor encendiéndola las heridas no hizo nada por detenerle. Se quedó quita como el silencio, estática, simple como una raíz en podredumbre. Levantó los ojos por un segundo queriendo entender la complejidad de la situación y la simpleza de la vida, no encontró más que viejos recuerdos acumulados en la oscura habitación. ¡Qué fría aquella noche en que se perdía en las llamas de su miseria! la humedad recorría todos los recuerdos y escaseaban los momentos de lucidez.
Deambulaba por las noches cargada de agonías que le arañaban la espalda, dormía de día a lapsos intentando evadir todos los miedos que se apoderaban de ella hasta en el mundo de los sueños. Por las tardes la inundaban sus diluvios interminables, algunas con tormentas eléctricas dejando que los rayos le sacaran las tripas y la llenaran de hojas secas. El hastío que le servía el café, la melancolía que le acariciaba la espalda, las ganas mutiladas de todas sus extremidades. Sentía como el lobo tenebroso se paseaba por sus adentros, en sus bosques ya no había luz, todo en ella se volvía penumbra, se le apagaron sus soles, la fueron conquistando las maldades.


Ayumi.

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