16/4/12

Permanencia

Isabel: Gracias por permitirme poner tu escrito en éste espacio.

Lectores: Disfruten éste delicioso escrito de una gran amiga.

Frote mi vientre contra el suyo, su mano sobre mi espalda…

No resultó distinto a otro, se escucharon los mismos sollozos en distintos rostros, saldrían y se daría la bienvenida a unos tantos más y de estos se recibiría las condolencias obligadas.

El aroma a café me recordaba el oficio que tendría que efectuar más tarde, como cada noche, como todas aquellas en las que el olor y la temperatura se funden en un solo cuerpo y permiten saciar el deseo.

Aguarde en silencio, apacible, como un lobo estepario en privilegio de tu vigía.

Llegó el momento de mi entrada y te lleve conmigo, sólo me miraste fijamente penetrando en mis poros y embriagándome de tu esencia.

Me recuerdas a mi madre a ella también la amé, el día en que dejó esta vida se convirtió en mi diosa que nunca envejecería. Hacía tiempo que nadie me miraba como lo haces ahora, tal vez nunca nadie lo hizo.

El rojo de tus cabellos te cubre parte del rostro, tus mejillas mantienen su color, beso tus labios azules que se despiden de la luna. Tu piel perfectamente esculpida a tu figura de doncella virginal, me muestra el milagro de la sensación etérea.

Sé que todavía puedes resistir un poco más, mantén tu aroma, piel, tu temperatura cerca de mí desafiando a la naturaleza, que sabía pero injusta exigirá tu partida.

Inmóvil y en silencio es mi deseo…placer, tu olor me lleva a otra realidad recobra mi vida que tangible me engaña.

Ha llegado el momento, me deleito con tu esencia antes que el fuego eterno invada tu cuerpo y sólo cenizas dejes en mí.

Posterior al rito de perfumar tú figura, quisiera si tú me lo permites conservar algo tuyo tal vez una parte de tu cuerpo. Cerceno tus labios y tus senos, a cambio dejo en ti mi prueba de ser viril, el líquido que fecunda.

Se que no te volveré a ver, otras más recibirán mi amor, otras almas silenciosas y frías; pero nunca olvidaré estos tus ojos siempre fijos en mí, amante sin aliento.

Mi oficio de fiel embalsamador cubre cuerpos a los que doy vida, recuerda y se satisface con sus dulces extremidades; perpetua la historia de aquel día en que frote mi vientre contra el suyo, su mano sobre mi espalda, las mías acariciando su cuerpo y mi miembro desvirgando a aquella silenciosa doncella.

O. Isabel Juárez C.

21/04/08

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