15/4/15

Caja de Pandora.

Se me perdieron los rayos del sol sumergidos en los pasos que recorrimos juntos. Pude haber viajado de su mano durante miles de años. Las calles se volvían páginas de cuentos que parecíamos releer y las esquinas gritaban que ya las habíamos doblado mientras regalábamos carcajadas al viento. Eran notas las que brotaban de su piel y yo era ese quieto árbol que disfruta del canto tenue y radiante del ave del alba. Vi dentro de sus ojos llenos de luces de colores, eran cristales traslúcidos que bajo el sol llenaban de arcoiris la ciudad. Pude tomar su mano miles años. Me encanta guardar su aroma, sus colores, sus sonidos.

Ayumi.

4/2/15

Familia.

No quería ir a acostarme, de nuevo mamá me obligó a estar en mi cuarto, ese cuarto que antes no parecía tan oscuro y frío, y yo sólo, o no tan sólo... Mamá repite una y otra vez que ya estoy grande para la luz de emergencia, que los niños grandes se duermen solos, que no hay porqué temer, no hay nada que pueda lastimarme. Uno de esos días, era muy tarde y yo aún no podía dormir (y creo que era tarde porque ya no se escuchaba a mamá dar vueltas por la casa mientras limpiaba la sala) fue el primer día que escuché que  Don Modesto salía de abajo de la cama. Escuchaba como empezaba a jalar su pequeño cuerpo cubierto de una pegajosa y apestosa masa negra clavando sus afiladas uñas en la base de mi cama por lo pesado de su cuerpo. Cuando lograba subir a mi cama jadeando y gimiendo y me miraba de frente yo podía oler todo eso como podrido de sus ropas y su aliento (aunque siempre pensé que era su alma la que apestaba) y ver que sus ojos rojos tenebrosos y profundos se clavaban en los míos. Se quedaba sentado mirándome por horas sin dejarme dormir como queriendo decir algo pero nunca decía nada. Al final me quedaba dormido esperando que saliera algún sonido de su boca y despertaba y quedaba sólo el recuerdo de sus ojos que me intimidaban. Le he contado a papá tantas veces acerca de ello y dice que he estado soñando y que cuando despierte me daré cuenta que no puede lastimarme. Pero yo lo veo y lo huelo y lo siento y se lo digo una y otra vez a mamá y dicen que todo lo sueño, que nada es real. Recuerdo la primera vez que Don Modesto quiso jugar conmigo. Para cuando me terminé de lavar los dientes y mamá me llevó a acostar él ya me estaba esperando detrás de la puerta escondido entre las sombras. ¿Cómo es que mamá no puede olerlo? Le pedí que revisara mi cuarto para asegurarse de que no había nada ahí y ella dijo que era su pequeño valiente y que no debía temer a nada y sin revisar cerró la puerta. Ahí, en la oscuridad que sólo yo conocía lo único que brillaba eran los ojos rojos intensos de Don Modesto que me miraban fijamente. Sin decir nada me sonrió jadeando, caí dormido y comencé a ver imágenes horribles en mi cabeza. Me llevaba a lugares desconocidos llenos de angustia y soledad, me hacía correr y jugaba a cazarme, algunas noches por bosques lluviosos, otras, por bosques llenos de nieve pero la oscuridad siempre reinaba y las tinieblas parecían gritar lamentos. Sentía la lluvia empapándome por completo, las hojas secas, mojadas en mis pies y las ramas arañando mis brazos al correr. Cuando había nieve sentía como congelaba mis pies descalzos y como pasaba por entre mis dedos haciendo más lentos y pesados mis pasos y el viento que cargaba hielo calando mi piel. Trataba de esconderme pero era imposible, siempre me encontraba y cuando ya lo podía oler cerca de mí, casi sobre mí, por diversión me dejaba despertar. Yo ya no quería dormir, ya no quería estar en mi cuarto. Todos mis juguetes me recordaban a Don Modesto, ¿cómo podría lograr que no me mandaran a dormir? Papá seguía diciendo que las pesadillas pasarían, que debía dejar de pensar en eso pero ¿cómo dejar de pensar en que cada noche hay alguien queriendo jugar a que soy Bugs y él, Elmer Gruñón? Papá dice que no puede lastimarme, entonces ¿por qué se siente tan real? ¿Y si sí me puede herir? Los días me empezaron a parecer más cortos y siempre tenía sueño, cuando quería jugar tenía que prender todas las luces del pasillo hasta llegar a mi cuarto para poder sacar algún juguete y primero revisaba que no hubiera nadie ahí para poder entrar. Ya no quería que llegara la noche, mamá me mandaría a dormir sin excusas ni reproches, ni otro cuento, ni otro ratito acostada conmigo y yo tendría que obedecer como siempre. Mamá hacía de cenar, entibiaba mi leche y a la hora de siempre me mandaba a lavar los dientes para acostarme. Mis piernas temblaban y yo deseaba que acabara pronto la noche pero aún iba a comenzar. Mamá venía a taparme y a contarme un cuento para dormir y yo pedía en silencio que cada página fuera eterna para que mamá nunca se fuera pero el cuento terminaba, me daba un beso, apagaba la luz y salía cerrando la puerta tras ella y me quedaba solo de nuevo. Aquella noche lo escuché salir y me miró como siempre y me sonrió pero no como siempre, esa vez pude sentir como me recorría el alma con su mirada y me hizo temblar. Me puso a soñar. Corrí por el bosque con lluvia tibia, escondiéndome entre los árboles tratando de no tropezar, intentando ganar tiempo, como siempre, para que terminara la noche y yo pudiera despertar. Cada vez era más difícil perderlo detrás mío y escuchaba como reía sin poder distinguir por donde venía el sonido, esa carcajada persiguiéndome por todas partes. Llovía cada vez más fuerte y sus risas resonaban como truenos entre las ramas de los árboles. Y ahí entre unos cuantos de ellos me quedé parado sin saber a donde ir ni qué hacer, sintiendo como todo me daba vueltas y no había salida ni escondite alguno, cansado, con los pies quemándome de dolor, parecían mil noches ya las que habían pasado sin que dejara de huir y nunca había despertado. De pronto las risas cesaron, el viento se calmó y paró de llover.  Sin previo aviso Don Modesto saltó sobre mí y me tiró al suelo, podía oler la peste de su cuerpo y lo pegajosas de sus manos se sentían al rededor de mis brazos. Cuando abrí los ojos lo vi riéndose sobre mí. Si lo siento y lo huelo debe ser real, pero papá dijo que no era real. Vi como levantó sobre mi cara su mano con una flecha en ella apunto de meterla en mí. Pero papá dijo que no podía lastimarme...

Ayumi.


30/9/14

Martirio con H muda.

Me tenía alienada, pero él no daba signos de querer ser mío y yo con caricias no me lo ganaba.
-Llevamos tantos años ¿Cuándo te darás cuenta que estoy muriendo por ti?- emitía yo con desesperación contenida.
-Sabes que no busco una relación de noviazgo…
-Entonces ¿Por qué sigues aquí?
-Porque me la paso bien contigo, nadie nos está obligando a estar juntos ¡ya no me preguntes más por eso!
Yo lo conocía más que él a sí mismo, sabía cuándo mentía por la forma en que parpadeaba y esperaba unos segundo en responder, sabía cuándo algo lo disfrutaba demasiado que lo hacía dudar de la decisión de querer estar solo para siempre; como cuando le cocinaba lo que a él tanto le gustaba o cuando planchaba su ropa en las mañanas antes de irme a trabajar. Todo lo que hacía por él era porque lo amaba (aunque él a mí no) pero todo eso me pesaba tanto.
Él era mi martirio a diario, lo conocí un 13 de algún mes, nunca habíamos hablado antes sino que ese mismo día tuvimos sexo en el que era su refugio y desde entonces jamás salió de mí, salvo cuando peleábamos por alguna chica con la que se aventuraba y él amenazaba con irse para siempre pero terminaba regresando al día siguiente o esa misma noche.
Yo no confiaba en él, era tan volátil, tan voluble, tan libre; odiaba que creyera tener la razón, odiaba que dejara su ropa tirada por toda la casa, que supiera que era hermoso y que estuviera completamente seguro de ello, aborrecía que todos los días escuchara las misma canciones, detestaba cuando alardeaba con los demás y peor aún era para mí que no recogiera su plato al terminar de cenar.
-¡Sólo pido que levantes tu plato, es lo mínimo que deberías hacer! Yo plancho, aseo la casa, lavo el baño, cocino…¿y tú? ¿Dime qué haces tú?
-¡Yo hago mis cosas!
-¡Yo también, estoy en la maestría, tengo tareas y pendientes de más!
-¿Qué quieres, un hombre abnegado y sumiso que esté pegado a ti 24x7? ¿Ah? ¡Discúlpame pero yo no soy ese hombre que tú buscas!
Era el cuento de no acabar, podía estar muy enojada con él hasta estallar y levantar la voz, pero siempre sacaba su mejor arma…hacerme sentir mal. Eso me partía el alma, era jugar sucio pero a pesar de todo terminaba dándole un abrazo tan fuerte con todo mi amor para poder exprimir completamente de él su mala actitud. Deseaba que fuera diferente.
Sobre todas las cosas (aunque en su soberbia él nunca lo admitiera) disfrutábamos el mejor sexo de nuestras vidas: probábamos, sentíamos, olíamos y todo cada día o noche era diferente y extraordinario. Tanto, que los vecinos sabían santo y seña, no podían dormir. Y aunque al principio sólo era carne y hueso, después había un poco de ilusión manchando nuestros pechos, un poco de amor dejando huella en sus labios. Pero al final era sólo eso, un poco.
Había tiempos en que éramos felices, olvidaba todas mis dudas hacia él y mis peores pesares cuando dormía a su lado; él no se daba cuenta pero en las madrugadas se aferraba a mi pecho como si nunca quisiera alejarse de mí. Procuraba que comiera bien, todas las mañanas le preparaba el café como tanto le gustaba y le compraba sus cigarrillos favoritos.
Se enfurecía cuando me reía por cierta plaga de hormigas que tenía en nuestro cuarto que terminaban infestando la comida que dejaba sobre un buró para no comer en la cocina, porque le temía a la soledad aunado a la oscuridad. Él terminaba quemando a las mal aventuradas con vapor caliente de la plancha y gruñendo palabras indecentes entre dientes. Diversión siempre tuvimos: yerba, música, risas, aún con lo que odiaba de él todo era perfecto.
Pero también esos días en que estaba muy cansado y se sentía presionado por la escuela y pasaba horas y horas frente al monitor, preocupado por sus deberes; esos días también disfrutaba no molestarlo, observar lo bello que era y el talento y perseverancia que tenía en todo, hubiera podido ser el hombre completo para mí. Éramos tan parecidos, nuestros complejos, prejuicios y traumas eran los mismos pero nuestros corazones eran distintos.
-Deberíamos dejar de vernos.
-Vives aquí, ya eres parte de mí ¿Cómo quieres que te deje ir? ¿Dónde irás?
-Sólo digo que no quiero enamorarme, quiero estar con alguien que me dé seguridad y estabilidad- ...Mi corazón se terminó de romper.
-¿Y yo qué te he dado? ¿No he demostrado que puedo darte todo lo que necesita tu ser?
-Nena tenemos que avanzar…
-No, tú tienes que avanzar ¿Seguirás siempre durmiendo con cualquier idiota que conozcas en alguna fiesta?
-No lo entiendes…
Odiaba todo de él pero no quería dejarlo ir, quizá me volví dependiente a su compañía, a su aroma y hasta a sus regaños cuando no contestaba rápido el teléfono. Quizá yo ya había muerto y quería sentirme viva con un amor que me inventaba, con un hombre que aunque era mi martirio, era todo lo que tenía en ese momento. Pobre infeliz.
Alguna mañana tomó una maleta enorme como mi angustia y un yogurt de mango que había en el refrigerador, con el pretexto de pasar el fin de semana en casa de su padre, después de eso jamás regresó. Me quedé con esas hormigas en el cuarto y con el terrible sabor de la incertidumbre de pensar que habría pasado si tan sólo ese martirio hubiera tenido un poquito de amor.

Ayumi Jane.

29/9/14

Despedida.

 Mi mente se había quebrado desde antes, ya había perdido el control dentro de casa. NO pude más y salí con un cuchillo en la mano, dinero y celular en la bolsa del pantalón y mis llave. Al llegar ahí ya no era yo pero verla como la vi me hizo perder la poca cordura que me quedaba. La vi tras la ventana cuando  la fui a buscar, en su recámara con él. Ella disfrutaba lo que hacían mientras yo pensaba y lloraba por ella.  Ya lo había decidido desde antes pero ahora todo tiene más sentido. Me quedé ahí parado frente a su ventana mientras seguía llorando y perdiéndome en mi infierno. Al cabo de un rato decidí llamarle al móvil y ella respondió mientras se seguían acariciando, malditos. Me escuchó sollozando y no  causó nada en ella hasta que toqué en su ventana y se dio cuenta de que estaba ahí observándoles. Nunca la vi saltar de la cama de esa manera ni para levantarse a trabajar cuando ya se le había hecho tarde. Abrió la ventana, quiso explicarlo, me volví sordo y huí.

Todo el fraccionamiento parecía diferente, ya no veía las cosas de la misma manera. Yo ya no era yo y mi vida ya no era la que había sido. Caminé hasta salir de ahí. Mis pensamientos se comían lentamente todo dentro de mí, imágenes sangrientas, cosas incoherentes dentro de mi cabeza y yo no podía sacarlas de ahí. Mis pies eran pesados y mis manos ya no eran mías. El susurro del viento ya no jugaba con mi cabello, eran espinas que atravesaban la piel de mi cara. Y no me importaba, ya nada importaba. YA no habría más cuidados para las enfermedades de mamá y recibir regaños y gritos y golpes e insultos. Ya no habrían más borracheras de mi padre y gritos de ambos por las noches peleando por todo. Ya no escucharía los golpes que mi padre le daba a ella por no dejar de gritar. Ya no habría más de la fácil de mi hermana metiendo a cuanto cabrón se le cruza por los ojos. Ya no habría más de ese trabajo asqueroso que debo tener para complacer a mis padres y que no hable la familia de él mal de mí. Ya no habrían más engaños de parte de la cualquiera de mi novia que cada que veía oportunidad se acostaba con quien fuese. Todo se escapaba lentamente de mí mientras mis pasos iban solos.

Llegué a éste puente a temprana hora de la madrugada, las espinas que cargaba el aire eran más intensas ahí arriba y ya todo lo demás lo había dejado derramado por donde mi putrefacto cuerpo había pasado. YA no hay nada, ya no quiero que haya nada. Quiero silencio, calma, paz; hallar la llave que me libere de la prisión de mi cabeza. Cierro los ojos y siento como corre la sangre por mis venas cada vez más rápido. Necesito liberar presión de mi cuerpo, necesito salir de mi cuerpo. Me pararé firme en la orilla intentando sentir calor en esa helada brisa. Me quiero secar, dejar salir todo de mí y sólo flotar en el aire como hoja seca que alguien pisó y destrozó. Me encuentro solo mientras el teléfono no deja de sonar, desapareceré bajo las llantas de los autos.

Ayumi Jane.

22/8/14

Ahí estaba yo, aterrada, mirando sus ojos negros penetrantes, asesinando todo lo que era en ese momento. Su mirada llena de rencor y orgullo desataron en mi pecho un huracán de sentimientos. No pude llorar. Por primera vez no derramé una sola lágrima y me di cuenta que ya no era esa que era antes. 

21/8/14

Mor(H)ada.

Poseída
loca
marcada por las
hastiadas lágrimas del pasado
humillada
perdida
me fui ahogando en psicofónicos
lamentos
me fui hundiendo en ese enajenante aullido
que emanan dos cuerpos unidos

quedé arrodillada
gritando en silencio
queriendo matar el sentimiento
que poco a poco
me consumía por dentro
maldita la oscura y helada noche
cielos tristes que parecen mares
agresivos como tus
penetrantes ojos
cruel infierno de mis errores
delicado paraíso de eternas fantasías

rellené de melancolías mis días vacíos
abrí entre mis muslos
diferentes caminos
con las piernas llenas de
heridas de guerras y de amores
maldita la incesante y ardiente noche
que se me ha metido
hasta el centro 
me ha llenado de su conocimiento
me ha vuelto un ente necio
una sofisticada hada.


Ayumi Jane.

23/6/14

Habrá que inventar un sistema métrico para las distancias entre nuestras ganas, habríamos de nombrar diferente a las constelaciones que nos miran tocarnos, a las caras que nos hace la luna cuando nos mira recorrer nuestras dunas. ¿Con qué sobornamos al sol para que no nos acaricien sus rayos tenues en la cara al amanecer? Ya hemos gastado algunas sinfonías y compuestos otras y ahogado y revivido nostalgias entre orgasmos y sueños mojados. Me has dejado marcadas tus manías en las nalgas, he viajado al paraíso con tu lengua entre mis piernas renombrando los países de mis infiernos. Te regalo mis fantasías pegadas a lamidas a tu miembro, te ofrezco mis locuras escritas en gemidos a tu oído. Cargaría mil condenas con tal de volver a montarte otro poco, volver a sentir ese escalofrío recorrer mis adentros, mirarte en el cenit y escuchar tu llamado nocturno, tu estallido. Escuchar el orgasmo del cielo, sentirte terminar. ¡Qué solemne melodía que emanas de placer, he de grabar tus gemidos en mi piel, he de impregnar mis yemas de tu sed y mi lengua de tu miel.
Aquí me tienes entre las sábanas pensando en ti, te me notas en las ganas.

Ayumi Jane. 

9/6/14

Qué acidez tan macabra me provoca tu partida. YA las cortinas lloran de no verte desnudarte de nuevo frente a mis demonios. Ya mis pechos se enfrían y mis muslos se apagan al instante. Qué agonía tan caótica que poco a poco me vacía y me agota y me entierra debajo de podridas emociones. Silencio intenso dentro de nosotros, labios cerrados y ojos vendados que marcan el final de una era y el inicio del infierno emocional. Siento como los párpados se sienten pesados y millones de elefantes pisotean cada sentimiento que aún existía. Que soledad siento dentro de tus recuerdos, se me enfría el café de tus ojos, se me inundan las llagas abiertas, te me notas en la locura. Tantas marcas que dejaste en mi piel y tú huyendo de mis manías. Patética aberración aferrarse a lo imposible.

Ayumi.