6/4/11

Diario Nocturno ( Primera parte)


Abrió su casa y dejó las llaves en el llavero de plata colgado en la pared del lado derecho de la puerta. Colgó su abrigo en el perchero de metal y se dirigió hacia las escaleras al final del pasillo para bajar a la sala. Encendió la luz, bajó las escaleras, se sentó en su sillón blanco y encendió la computadora. Volvió a levantarse, encendió su lámpara favorita al lado del sillón y caminó hacia la cocina. Recordó haber dejado enfriando una botella de vino tinto que había comprado semanas antes y le apeteció una copa. De la alacena cojió una copa, destapó la botella que saco del refrigerador y se sirvió un buen trago. Regresó a la sala y la máquina la esperaba.

Inició sesión...
Abrió los programas habituales y su diario que llevaba varios años escribiendo. Comenzó la noche.


I

16 de Noviembre
11:16 pm

Para comenzar la redacción de mi maravilloso día de hoy debo decir que este vinito que me compré está delicioso!

Anoche era tarde cuando dejé de escribir: 4:37 am... y apesar de no trabajar hoy me desperté temprano. A Santiago se le ocurrió marcar a las siete para decirme que un amigo suyo tendría una clase de Inglés donde leerían a Stephen King y no podíamos perdernos el evento. Accedí, claro. Dejé el telefono en el buró y me volví a enrredar entre las sábanas. Sin salirme de ahí tomé el control del estereo, saqué la mano de mi guarida y lo encendí. Disco dos :Animals ; nada mejor para empezar la mañana.
Después de un rato en la cama y con "Dogs" sonando me levanté y me metí a bañar. Elegí un vestido azul, zapatos bajos y un collar largo de cuentas azul cielo; aretes en blanco y mi bolsa blanca. Subí el volúmen a la música y bajé a la cocina. Como de costumbre abrí el refri, tomé un mango, unas fresas, mi leche y jugo. Mientras degustaba tan delicioso "desayuno" sonó el timbre. Subí corriendo a mi habitación, apagué el estereo, tomé mi bolsa y bajé de prisa.

De camino a la clase, Santiago venía contándome acerca del encuentro casual de la noche pasada. Su emoción era tal que no dejaba de hablar. Todo el trayecto fue así. Nada fuera de lo común: me llevo al cine........ y comimos delicioso en.................... y besa ............... Dentro de la plática comentó que se había reencontrado con un amigo de la secundaria que haría una reunión en la tarde y que llegaríamos al evento después de la clase. Me di cuenta que Santi había planeado todo mi día y la verdad no me molesto en absoluto.

Entramos a la universidad y subimos al tercer piso, salón 510. El aula estaba casi llena y, por suerte, encontramos un par de asientos al fondo del lado derecho. Me senté delante y Santi detrás de mi. Entró Carlos, amigo de Santiago, con un portafolios negro en su mano izquierda y en la otra su libro. Dejó sus cosas en el escritorio y sin previo aviso comenzó a hablar. Sin duda fue una de mis clases favoritas sin siquiera ser su alumna. La manera en la que se expresaba del autor era tan delicada y agresiva a la vez que te hacía desear seguir escuchándolo por horas y horas. Sin percatarnos pasaron dos horas y soñó el timbre. Hacía mucho tiempo que no escuchaba ese peculiar sonido de las bancas cuando nos levantamos al terminar la clase. Dejamos que todos salieran y nos acercamos a Carlos. No pude evitar emocionarme y agradecerle por tan agradables dos horas tan bien aprovechadas. Tampoco olvidé mencionar que había valido la pena levantarme temprano y soportar la plática de Santi en el coche. Todos reímos y la confianza brotó. Salimos del salón y nos dirigimos al auto.

Esta vez manejaría yo, Santi sería mi copiloto y Carlos iba en la parte de atrás contándonos de su viaje a Brasil. Como es mi costumbre antes de encender el motor conecté el IPod y seleccioné algo acorde al momento y a la platica y de pronto estábamos envueltos en "Trees" de Rush y encendí un cigarrillo. Vuelta a la izquierda, derecho unas cuantas calles, vuelta de nuevo, semáforo y parada técnica. Nos detuvimos en una tienda a unas cuadras de la casa a donde nos dirigíamos. El plan: comprar una apetitosa botella de Jack Daniel's y otra cajetilla de tabacos. Regresamos al auto, vuelta a la derecha, dos calles más y apagué el motor.

Tocamos el timbre y sin dejar pasar mucho tiempo más que el necesario para encender otro cigarro nos abrió la puerta una chica de nombre Pamela. Ella era la novia de Marco (con quien se reencontró Santiago) y dueña de la casa. El recibimiento fue muy peculiar, como si nos conociéramos de toda la vida y fueran reuniones muy normales. Subimos unas largas escaleras hasta llegar a la puerta de cristal de la entrada principal y yo fui la primera en entrar. Un jazz exquisito sonaba de fondo y ahí fue cuando lo vi al otro lado de la estancia. Vestía un pantalón negro y una camisa azul. Me sentí atraída a él y cuando me miró fue mágico. Escuchaba que Santi me gritaba. Volteé y fui con él. Nos sentamos en la sala y abrimos la botella. Pamela se acercó a preguntarnos si necesitábamos algo y le pedí unos vasos. Mientras ella regresaba yo lo miraba desde lejos y en algún momento él se dio cuenta y mirándome fijamente me sonrió. Me ruboricé y esquivé la mirada. Intenté incorporarme a la platica de Carlos y Santi pero su mirada la sentía tan penetrante, como si estuviera al lado mío. Pamela regresó y nos servimos el primer trago. Brindamos por la tarde, por la noche y por lo que sucediera.

El lugar comenzó a llenarse y la diversidad de personas era cada vez mayor. El jazz no dejaba de sonar con una gran gama de artistas amenizando la tarde. Algunas parejas comenzaron a bailar y el ambiente cambió por completo. La música creaba el clima perfecto para el romanticismo. Mis ojos lo buscaron entre la gente hasta encontrarlo junto a aquella columna en medio de la sala. Sus ojos me llamaban al encuentro y decidí dar el primer paso. Me levanté sin pensarlo y me dirigí a él. No había dado 3 pasos cuando lo vi caminando hacía mi. Me paralicé casi por completo, mi corazón palpitó cada vez mas rápido. De pronto nos encontramos frente a frente y yo me sentía como una niña tonta sin saber que decir. Tomó mi mano y la besó dulcemente. Un escalofrío me recorrió y me inundé de una emoción extraña e intensa. Sonreí tímidamente. Me preguntó si quería platicar y, aún tomando mi mano, salimos al jardín. Ahí comenzó todo.

Podría escribir paso a paso como fue nuestro encuentro pero no hay palabras para describir lo mágico del momento. Se llama Christian y no puedo dejar de pensar en él.



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