4/4/11

Crónica de una condena


¿Piensas Que solo tu cargas con una condena?, ¿Piensas que eres él único que sufre por no poder tener al ser que ama?

Mientras le cuestiono me mira fijamente.

-Yo también cargo un gran peso en mi corazón y en mi alma el cual los hiere –digo llorando dejándome caer arrodillada sin fuerzas.

-Entiende ya no soporto no tenerle, no saber de ella; si me recuerda, si piensa en mí –dice efusivamente- eso me mata, carcome lentamente mi ser. El amor que siento por ella es tan grande que dejaría todo sin pensarlo, solo por tenerle una vez más. – Deja brotar dos lagrimas que lentamente recorren su rostro pálido.

-Cuéntame cómo empezó todo –limpio mis lágrimas.

-Siempre fue hermosa, yo la admiraba cada tarde cuando salía con su nana. Me enamoré, no lo pude evitar pero yo estaba casado así que nada podía ser. Una tarde salí a caminar después de haber dejado a mi esposa e hijos en casa de mi suegra. Ahí la encontré sola sentada en un tronco admirando la naturaleza; ella al sentir mi presencia volteó hacia mí, me miró fijamente a los ojos y sonrió. No sabía que hacer, estaba congelado. Solo podía pensar en lo bella que era.

Me saludó, preguntó mi nombre, conversamos y con cada palabra que salía de su boca me enamoraba más. Quedamos que nos veríamos ahí cada tarde. Y así fue. Todos los días nos encontrábamos. No pensaba en nada más que ella y esto me provocó muchos problemas en mi matrimonio que sé consumía en la amargura. Mi esposa me buscaba, me procuraba, me amaba pero yo a ella ya no la amaba y no sabía como decírselo. No me importaba. Yo solo pensaba en esa señorita a la que vigilaba en los jardines mientras ella estaba con sus amigas. Me olvidé de todo y de todos hasta quien era y a quien pertenecía. Mi esposa preocupada habló con uno de mis compañeros del circulo y él conmigo pero fue en vano porque yo no dejaría que me separaran de ella. Mi compañero no pudo dejarlo así y se encargo de contarle a ella todo de mí, hasta mi estado civil.

Esa tarde al vernos la encontré llorando y pidiendo explicaciones las cuales le proporcione. Nos amábamos tanto que decidimos fugarnos a la mañana siguiente. Al amanecer partí hacia nuestro lugar, esperé por ella pero no llegó. En su lugar llegaron varios miembros del círculo quienes habían hablado con los padres de mi bella señorita. Al recibir la noticia estos la mandaron a un convento.

No podía soportar perderle pero el círculo decidió imponerme esta maldita condena por mi traición.

La condena que llevo cargando es conocerla, amarla y finalmente perderla.

Aún con mi condena la vigilaba, no podía olvidarla y no la dejaba de amar. No tenía permitido acercarme pero un día me atreví. Me acerqué a ella. Seguía hermosa pero ahora era monja. Me dijo que la confundía, que no me conocía. Corrió hacia el convento y mi corazón se quebraba en millones de pedazos. Me di cuenta que ella no sabia que existía y yo no podía hacer nada sólo amarla y cumplir mi condena.

Así ya han pasado dos largas vidas y con esta son tres. ¡Un trío de ellas que ya no soporto! – Cae sobre un sofá recargando sus codos en sus piernas sosteniendo con sus manos la cabeza.

Me acerco lentamente a él, me siento en el piso y acaricio su cabello sedoso.

-Tu condena es atormentarte por su partida, cegarte hacia el futuro llevando tu pasado a cuestas.

Levanta la cabeza, me mira, toma mi mano y me invita a sentarme a su lado. Yo acepto. Toca mi rostro cuestionándome:

-¿Por qué estás aquí?-

-Mi condena.-

-¿Condena?, ¿Por qué?-

No me recuerdas ya que no he sido parte importante en tus vidas, solo fui una amiga, una estúpida amiga que se enamoro de ti, que abogó por ti pero que al igual que tú fue condenada.

El círculo me tenía de vigilante así que siempre viví tus andanzas, me enamore. No pude evitarlo y cada vez te amaba más. Me dediqué a cuidarte, me encantaba verte feliz eso me daba consuelo aunque me llenaba de celos porque a la que amabas no era yo. (cont...)


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