18/4/11

El vuelo.


Tenía ganas de estar en ese lugar desde hace mucho tiempo y ahí, con su cuerpo tendido sobre el césped, sintió una paz que le lleno por completos el alma y el cuerpo. Sus ojos se llenaron de lágrimas y flashes de momentos intensos llenaron el cielo. Las estrellas le bailaban y la luna cantaba a su oído. Vió a las sirenas hacer su recorrido nocturno y sintió que por fin se sentía feliz y con su corazón lleno de vida. Recordó entonces que era un ser olvidado por todos hasta por sí mismo y las lágrimas rodaron por sus mejillas.

El viento acarició su rostro secando sus ojos. Se levantó y volvió a pensar. Nadie esperaría a que regresara, nadie le haría de cenar, saldría al cine sin compañía. No había un trabajo donde le pusieran un retardo o le descontaran el día y tampoco había razón para regresar.

Caminó a la orilla del acantilado y mirando había abajo divisó cada una de las olas que chocaban con las piedras como queriéndoles derribar. Se sintió libre y voló para nunca regresar.


Ayumi ♠

Ese hombre

Hay un hombre en mi vida
yo creía conocerlo
pero ahora me doy cuenta
que no tengo idea quien es.

O en quien se convirtió.
Ni siquiera se imagina
cuánto lo quiero
o cuánto me lastima a veces.

Aquel hombre, el que yo conocí
jamás hubiera hecho ciertas cosas
que ahora ya me hizo.

Y cuando recuerdo al que era
no hay palabras para describir la tristeza que
siento
porque ese hombre es mi padre.


Hadifantástica♫

15/4/11

Aquí estoy


Te estoy buscando.

No sé si ya te encontré y no te he encontrado

o si en la búsqueda de tu encuentro te pierdo.

Tal vez no he encontrado la forma de

buscarte

para encontrarte.

Tal vez por tratar de encontrarte y estarte

buscando

te encuentro perdido…

Y no sé si deba buscarte en el cálido rostro de

grana

o en la fría máscara rosada del alma.

Quiero soñar al final de mis días,

satisfecha grana, haberte hallado.

Cavilando concluyo que al no conocerte no te

he perdido

ya que no te hallo, obvio, perdido estas.

Si al buscarte pierdo toda esperanza de

hallarte,

no busques más, aquí estoy, me hallaste.

No vuelvas a buscarme, por que quiero

encontrarte,

aunque sé que al buscarte jamás podré

hallarte.

Aquí, ahora, estás.

Caminaré confiada

bajo la sombra.

Tu luz alumbra

mi alma salvada.

Saber que no hace falta ver

si no es con la ilusión del alma.

6/4/11

Diario Nocturno ( Primera parte)


Abrió su casa y dejó las llaves en el llavero de plata colgado en la pared del lado derecho de la puerta. Colgó su abrigo en el perchero de metal y se dirigió hacia las escaleras al final del pasillo para bajar a la sala. Encendió la luz, bajó las escaleras, se sentó en su sillón blanco y encendió la computadora. Volvió a levantarse, encendió su lámpara favorita al lado del sillón y caminó hacia la cocina. Recordó haber dejado enfriando una botella de vino tinto que había comprado semanas antes y le apeteció una copa. De la alacena cojió una copa, destapó la botella que saco del refrigerador y se sirvió un buen trago. Regresó a la sala y la máquina la esperaba.

Inició sesión...
Abrió los programas habituales y su diario que llevaba varios años escribiendo. Comenzó la noche.


I

16 de Noviembre
11:16 pm

Para comenzar la redacción de mi maravilloso día de hoy debo decir que este vinito que me compré está delicioso!

Anoche era tarde cuando dejé de escribir: 4:37 am... y apesar de no trabajar hoy me desperté temprano. A Santiago se le ocurrió marcar a las siete para decirme que un amigo suyo tendría una clase de Inglés donde leerían a Stephen King y no podíamos perdernos el evento. Accedí, claro. Dejé el telefono en el buró y me volví a enrredar entre las sábanas. Sin salirme de ahí tomé el control del estereo, saqué la mano de mi guarida y lo encendí. Disco dos :Animals ; nada mejor para empezar la mañana.
Después de un rato en la cama y con "Dogs" sonando me levanté y me metí a bañar. Elegí un vestido azul, zapatos bajos y un collar largo de cuentas azul cielo; aretes en blanco y mi bolsa blanca. Subí el volúmen a la música y bajé a la cocina. Como de costumbre abrí el refri, tomé un mango, unas fresas, mi leche y jugo. Mientras degustaba tan delicioso "desayuno" sonó el timbre. Subí corriendo a mi habitación, apagué el estereo, tomé mi bolsa y bajé de prisa.

De camino a la clase, Santiago venía contándome acerca del encuentro casual de la noche pasada. Su emoción era tal que no dejaba de hablar. Todo el trayecto fue así. Nada fuera de lo común: me llevo al cine........ y comimos delicioso en.................... y besa ............... Dentro de la plática comentó que se había reencontrado con un amigo de la secundaria que haría una reunión en la tarde y que llegaríamos al evento después de la clase. Me di cuenta que Santi había planeado todo mi día y la verdad no me molesto en absoluto.

Entramos a la universidad y subimos al tercer piso, salón 510. El aula estaba casi llena y, por suerte, encontramos un par de asientos al fondo del lado derecho. Me senté delante y Santi detrás de mi. Entró Carlos, amigo de Santiago, con un portafolios negro en su mano izquierda y en la otra su libro. Dejó sus cosas en el escritorio y sin previo aviso comenzó a hablar. Sin duda fue una de mis clases favoritas sin siquiera ser su alumna. La manera en la que se expresaba del autor era tan delicada y agresiva a la vez que te hacía desear seguir escuchándolo por horas y horas. Sin percatarnos pasaron dos horas y soñó el timbre. Hacía mucho tiempo que no escuchaba ese peculiar sonido de las bancas cuando nos levantamos al terminar la clase. Dejamos que todos salieran y nos acercamos a Carlos. No pude evitar emocionarme y agradecerle por tan agradables dos horas tan bien aprovechadas. Tampoco olvidé mencionar que había valido la pena levantarme temprano y soportar la plática de Santi en el coche. Todos reímos y la confianza brotó. Salimos del salón y nos dirigimos al auto.

Esta vez manejaría yo, Santi sería mi copiloto y Carlos iba en la parte de atrás contándonos de su viaje a Brasil. Como es mi costumbre antes de encender el motor conecté el IPod y seleccioné algo acorde al momento y a la platica y de pronto estábamos envueltos en "Trees" de Rush y encendí un cigarrillo. Vuelta a la izquierda, derecho unas cuantas calles, vuelta de nuevo, semáforo y parada técnica. Nos detuvimos en una tienda a unas cuadras de la casa a donde nos dirigíamos. El plan: comprar una apetitosa botella de Jack Daniel's y otra cajetilla de tabacos. Regresamos al auto, vuelta a la derecha, dos calles más y apagué el motor.

Tocamos el timbre y sin dejar pasar mucho tiempo más que el necesario para encender otro cigarro nos abrió la puerta una chica de nombre Pamela. Ella era la novia de Marco (con quien se reencontró Santiago) y dueña de la casa. El recibimiento fue muy peculiar, como si nos conociéramos de toda la vida y fueran reuniones muy normales. Subimos unas largas escaleras hasta llegar a la puerta de cristal de la entrada principal y yo fui la primera en entrar. Un jazz exquisito sonaba de fondo y ahí fue cuando lo vi al otro lado de la estancia. Vestía un pantalón negro y una camisa azul. Me sentí atraída a él y cuando me miró fue mágico. Escuchaba que Santi me gritaba. Volteé y fui con él. Nos sentamos en la sala y abrimos la botella. Pamela se acercó a preguntarnos si necesitábamos algo y le pedí unos vasos. Mientras ella regresaba yo lo miraba desde lejos y en algún momento él se dio cuenta y mirándome fijamente me sonrió. Me ruboricé y esquivé la mirada. Intenté incorporarme a la platica de Carlos y Santi pero su mirada la sentía tan penetrante, como si estuviera al lado mío. Pamela regresó y nos servimos el primer trago. Brindamos por la tarde, por la noche y por lo que sucediera.

El lugar comenzó a llenarse y la diversidad de personas era cada vez mayor. El jazz no dejaba de sonar con una gran gama de artistas amenizando la tarde. Algunas parejas comenzaron a bailar y el ambiente cambió por completo. La música creaba el clima perfecto para el romanticismo. Mis ojos lo buscaron entre la gente hasta encontrarlo junto a aquella columna en medio de la sala. Sus ojos me llamaban al encuentro y decidí dar el primer paso. Me levanté sin pensarlo y me dirigí a él. No había dado 3 pasos cuando lo vi caminando hacía mi. Me paralicé casi por completo, mi corazón palpitó cada vez mas rápido. De pronto nos encontramos frente a frente y yo me sentía como una niña tonta sin saber que decir. Tomó mi mano y la besó dulcemente. Un escalofrío me recorrió y me inundé de una emoción extraña e intensa. Sonreí tímidamente. Me preguntó si quería platicar y, aún tomando mi mano, salimos al jardín. Ahí comenzó todo.

Podría escribir paso a paso como fue nuestro encuentro pero no hay palabras para describir lo mágico del momento. Se llama Christian y no puedo dejar de pensar en él.



5/4/11

Los hijos de la noche


Una vez más despertaba de mi eterno letargo. Era una de esas noches realmente frías, de esas en las que podías sentir que la piel se te partía.
El viejo cementerio se notaba un poco más triste que de costumbre. Las lámparas del lugar brillaban sospechosamente. todo tan vacío, tan solo...
Al salir caminando, aún un poco cansado, el sonido de las hojas secas bajo mis pies me desconcertaba. Tan sólo se escuchaba ese crujido que hipnotizaba y el leve silbido que producía el viento en las hojas que aún no caían de los árboles. -Ya caerán...- pensé.

-Y ahora ¿qué?

Había caminado al menos unas dos cuadras cuando el hambre comenzó a aparecer. Esa hambre maldita pero a la vez mi único alivio, lo único que me daba paz. Debía alimentarme rápido y decidí que iría al viejo bar llamado "Lord Ruthven". No quedaba muy lejos.

El bar era un lugar patético. La verdad es que no sé por qué me gustaba ir ahí pero lo hacía. Siempre estaba abierto hasta tarde, casi al amanecer. Era el lugar de reunión de jóvenes que mas bien parecían basura humana. El olor a hierba era penetrante igual el de tabaco y alcohol barato. La música agresiva y estridente era tocada a volúmenes intolerables. Se podía ver de todo ahí: darks, punks, ... Basura venida a menos, pensaba yo; pero por alguna razón parecía agradarle a esa pintoresca congregación. Era bienvenido.

Esa noche me senté en mi mesa acostumbrada en la esquina más oscura del bar. Pedí lo de siempre: un café americano. Sólo era un calor grato y el olor que despedía lo era más aún. Claro, nunca lo bebía. No pasaron más de quince minutos cuando una chica se sentó en mi mesa.
-Hola extraño- dijo. No tenía mas de dieciséis años. Vestía toda de negro: un vestido de terciopelo que, a juzgar por su apariencia había usado durante los últimos cinco años. Tenía el cabello negro como mi más bella noche, muy largo y lacio. Su piel blanca contrastaba con sus labios rojos y sus ojos azules. Era muy bonita. Sin embargo, era una de ellos; su mirada triste me lo decía. Una drogadicta, hija de la época moderna, otra alma perdida.

-Hola - contesté después de unos segundos de observarla. - ¿En qué puedo servirte?-
.Madeleine - interrumpió ella con una voz fuerte y segura. - Soy Madeleine y a usted ¿Cómo le conocen?- Su voz era realmente cautivadora.
-Soy Radú, mucho gusto. Pero no ha contestado mi pregunta.
-Usted Radú me recuerda a alguien.
-¿A quién exactamente?
-A Lord Ruthven.

No era de extrañarse pues no era la primera vez que me lo decían. En uno de los muros del lugar había un retrato de un hombre en sus treinta, alto, cabello negro y ojos oscuros vestido con un anticuado traje negro. Una leyenda en la parte inferior que leía: "Lord Ruthven: el vampiro de John Polidori". Sin duda mi parecido con el hombre del retrato era sorprendente y el comentario no me molestaba en lo absoluto. Ordené un café para ella.

-Háblame de ti.
Mi invitación fue aceptada.
Madeleine comenzó a hablar acerca de su vida y su voz era encantadoramente femenina y dulce. "Me fui de mi casa...... las drogas........ el sexo....... en la calle mandan los mas fuertes......". Sus palabras llegaban a mis oídos pero realmente no la escuchaba pues mientras se lamentaba yo recordaba porque mi visita al bar. El hambre me mataba, mi atención estaba fija en su cuello, en esa piel tierna y blanca como nieve. Podía escuchar los latidos de su corazón bombeando sangre una y otra vez por todo su delicado cuello y su pecho de niña-mujer. De manera cortés interrumpí su triste historia para pedirle que me acompañara a caminar al parque que estaba cruzando la avenida. Ella aceptó sin titubear. Pagué nuestra cuenta y abandonamos el lugar.

No habíamos puesto un pie en el parque cuando prosiguió con su historia. Al cabo de unos minutos y mientras caminábamos comenzó a llorar amargamente. Su cabeza encontró mi hombro y mis brazos su cintura. Un poco más adentrados en el parque encontramos una banca y nos sentamos. No se veía ni un alma en aquel oscuro sitio.

-Madeleine, mi vida es trágica como la tuya. Tenemos mucho en común, ¿sabes? Creo que tú y yo haríamos una buena pareja, ¿no lo crees?

Una débil sonrisa comenzó a dibujarse en sus hermosos labios. No pude resistirlos. La besé por unos instantes. Eran fríos como todo su cuerpo. Mientras la besaba con mi mano acariciaba entre sus piernas, podía sentirla húmeda y escuchaba su ronronear. Cuando ya no aguantaba más mis labios pasaron a su cuello y entonces: el beso.
Su sangre corría dulce como la vida misma por mi garganta y vi las imágenes de su corazón. Apenas una niña huyendo de casa, su padre alcohólico, su madre llevaba varios años en la tumba, las calles fueron duras con ella y el frío, el terrible frío.

-Perdóname mi amor. Por favor, perdóname! -
Su corazón dejó de latir.

Despedí su cadáver con un beso en los labios. No podía dejar de mirar su cuerpo flotando en la vieja alcantarilla. Una flor marchita, su belleza ahora alimento para las ratas. No más de una hora fue mía. ¡Demonios! ¡Cómo la hubiera amado!
Siendo aproximadamente las dos de la mañana regresé a mi hogar y el sueño me invadió de nuevo.
Desde esa noche he visto a Madeleine en cada estrella. El recuerdo de su rostro viene a mi cuando despierto y cuando duermo y muero. ¿Por qué tuve que escogerla a ella? Al final ambos éramos hijos de la noche.


Enrique Cedillo.
Para Mi Duende que llegó invadiendo
mi alma de sentimientos
y emociones maravillosas :)


4/4/11

Crónica de una condena


¿Piensas Que solo tu cargas con una condena?, ¿Piensas que eres él único que sufre por no poder tener al ser que ama?

Mientras le cuestiono me mira fijamente.

-Yo también cargo un gran peso en mi corazón y en mi alma el cual los hiere –digo llorando dejándome caer arrodillada sin fuerzas.

-Entiende ya no soporto no tenerle, no saber de ella; si me recuerda, si piensa en mí –dice efusivamente- eso me mata, carcome lentamente mi ser. El amor que siento por ella es tan grande que dejaría todo sin pensarlo, solo por tenerle una vez más. – Deja brotar dos lagrimas que lentamente recorren su rostro pálido.

-Cuéntame cómo empezó todo –limpio mis lágrimas.

-Siempre fue hermosa, yo la admiraba cada tarde cuando salía con su nana. Me enamoré, no lo pude evitar pero yo estaba casado así que nada podía ser. Una tarde salí a caminar después de haber dejado a mi esposa e hijos en casa de mi suegra. Ahí la encontré sola sentada en un tronco admirando la naturaleza; ella al sentir mi presencia volteó hacia mí, me miró fijamente a los ojos y sonrió. No sabía que hacer, estaba congelado. Solo podía pensar en lo bella que era.

Me saludó, preguntó mi nombre, conversamos y con cada palabra que salía de su boca me enamoraba más. Quedamos que nos veríamos ahí cada tarde. Y así fue. Todos los días nos encontrábamos. No pensaba en nada más que ella y esto me provocó muchos problemas en mi matrimonio que sé consumía en la amargura. Mi esposa me buscaba, me procuraba, me amaba pero yo a ella ya no la amaba y no sabía como decírselo. No me importaba. Yo solo pensaba en esa señorita a la que vigilaba en los jardines mientras ella estaba con sus amigas. Me olvidé de todo y de todos hasta quien era y a quien pertenecía. Mi esposa preocupada habló con uno de mis compañeros del circulo y él conmigo pero fue en vano porque yo no dejaría que me separaran de ella. Mi compañero no pudo dejarlo así y se encargo de contarle a ella todo de mí, hasta mi estado civil.

Esa tarde al vernos la encontré llorando y pidiendo explicaciones las cuales le proporcione. Nos amábamos tanto que decidimos fugarnos a la mañana siguiente. Al amanecer partí hacia nuestro lugar, esperé por ella pero no llegó. En su lugar llegaron varios miembros del círculo quienes habían hablado con los padres de mi bella señorita. Al recibir la noticia estos la mandaron a un convento.

No podía soportar perderle pero el círculo decidió imponerme esta maldita condena por mi traición.

La condena que llevo cargando es conocerla, amarla y finalmente perderla.

Aún con mi condena la vigilaba, no podía olvidarla y no la dejaba de amar. No tenía permitido acercarme pero un día me atreví. Me acerqué a ella. Seguía hermosa pero ahora era monja. Me dijo que la confundía, que no me conocía. Corrió hacia el convento y mi corazón se quebraba en millones de pedazos. Me di cuenta que ella no sabia que existía y yo no podía hacer nada sólo amarla y cumplir mi condena.

Así ya han pasado dos largas vidas y con esta son tres. ¡Un trío de ellas que ya no soporto! – Cae sobre un sofá recargando sus codos en sus piernas sosteniendo con sus manos la cabeza.

Me acerco lentamente a él, me siento en el piso y acaricio su cabello sedoso.

-Tu condena es atormentarte por su partida, cegarte hacia el futuro llevando tu pasado a cuestas.

Levanta la cabeza, me mira, toma mi mano y me invita a sentarme a su lado. Yo acepto. Toca mi rostro cuestionándome:

-¿Por qué estás aquí?-

-Mi condena.-

-¿Condena?, ¿Por qué?-

No me recuerdas ya que no he sido parte importante en tus vidas, solo fui una amiga, una estúpida amiga que se enamoro de ti, que abogó por ti pero que al igual que tú fue condenada.

El círculo me tenía de vigilante así que siempre viví tus andanzas, me enamore. No pude evitarlo y cada vez te amaba más. Me dediqué a cuidarte, me encantaba verte feliz eso me daba consuelo aunque me llenaba de celos porque a la que amabas no era yo. (cont...)


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