17/2/14

Melting

Es tan frío aquel espejo en que me vi reflejada
apagada
sola
hastiada
vacía

cargué con tus demonios
día con día
escondí una parte de mí
oscura
porque quería
solo un poco de ternura

me cansé de la soledad
de mis acciones frívolas
me harté de ser
la que no siente
la que no quiere
la que se enfría
día con día
sentí la necesidad
de entregarme
de querer
de ser parte

erré al intentar tantas veces
cambiar de curso un huracán?
no se puede
imagina mi vida sin ti,
el caos de antes
imagina mi vida después
de ti
culpas constantes

me culpo de no intentar suficiente
de no dejar
de lado las palabras
las emociones
y ponerle más sabor
a las acciones

sólo tenía en mi mente
no parar de tratar
de clavarme en tus miradas
de impregnarme en tus canciones
dejar de lado el dolor
y las antiguas pasiones

soy culpable del hastío en tus caricias
de las ganas perdidas
de las soledades en compañaía
de las lágrimas repetidas
nos hemos dejado caer
entre alambres de púas
y limpiamos las heridas
con caricias rudas.

Apagada me encuentro
en el centro de tu olvido
me recuerdo entre tus manos
y como te sentía dentro
mil miradas que se pierden
en los perímetros de tu templo
todo el campo recorrido
que me regala mil orgasmos.

Infiernos.


Cedió ante el fuego de su infierno que le quemaba la garganta. Aunque empezaba a sentir ese ardor en el alma, ese tibio candor encendiéndola las heridas no hizo nada por detenerle. Se quedó quita como el silencio, estática, simple como una raíz en podredumbre. Levantó los ojos por un segundo queriendo entender la complejidad de la situación y la simpleza de la vida, no encontró más que viejos recuerdos acumulados en la oscura habitación. ¡Qué fría aquella noche en que se perdía en las llamas de su miseria! la humedad recorría todos los recuerdos y escaseaban los momentos de lucidez.
Deambulaba por las noches cargada de agonías que le arañaban la espalda, dormía de día a lapsos intentando evadir todos los miedos que se apoderaban de ella hasta en el mundo de los sueños. Por las tardes la inundaban sus diluvios interminables, algunas con tormentas eléctricas dejando que los rayos le sacaran las tripas y la llenaran de hojas secas. El hastío que le servía el café, la melancolía que le acariciaba la espalda, las ganas mutiladas de todas sus extremidades. Sentía como el lobo tenebroso se paseaba por sus adentros, en sus bosques ya no había luz, todo en ella se volvía penumbra, se le apagaron sus soles, la fueron conquistando las maldades.


Ayumi.