13/11/13

Zampando un efluvio.

Hace poco me asomé a la ventana y estaban lloviendo lágrimas heladas y me recargué en el marco de ella para imaginarla un poco bella. Me sentí parte de algo aunque fuera externo y nadie me supiera ni me entendiera y me ignorara pero estaba. Regresé a mi sillón a olvidarme de la vida otra vez, a beberme ese frío café que por años se ha sentado conmigo, a tragarme mil palabras que mis manos ya han olvidado y que mi mente se empeña en recordar. Me rasgo los recuerdos para cobijarme un poco, hace años que no puedo estar sin taparme las piernas semi secas para no sentir el frío de la soledad recorrer desde los dedos de los pies hasta mi sexo haciéndome revivir la angustia y el dolor de un inesperado regalo. Y vuelvo a ser nada hundida en el hoyo negro del sofá donde veo infinitas películas de mis agonías y me bebo mi pasado en copas de vidrio soplado. Tengo amontonados tantos libros como recuerdos y hace mucho que no me paro a acomodarlos y los miro y les repaso los nombres y los autores y me vuelvo a sentar en el sofá quizá con uno de ellos para hojearlo hasta llegar a mi parte favorita.  Son tristes las mañanas en que ni la música se siente  igual hasta el punto de sentir que carece de sabor, de pasión, de algo puro. Se me han perdido momentos en canciones que se acaban, se me han escapado ilusiones en tonadas que se olvidan con el viento. Mi bosque ya no es el mismo, ya no he florecido y no recuerdo cuando fue la última vez. Me he quedado en un invierno eterno, no he cambiado de estación como cuando Hades se roba a Perséfone. Mis cuevas se han vuelto pasajes al inframundo, yo misma he sido devorada por mis tristes demonios hambrientos de presente para infectar. Ya no tengo nada que infectar, ya he parido, ya he mutado y hasta he matado. Ser hierba buena que parece mala que parece buena que parece nada. Ser hierba y ser nada. Ser tierra pisada, olvidada, ser solo tierra, ser vida y parecer nada. Se me han ido tantas vidas en creer en las mentiras, he tenido tantas otras para formar una verdad entre tantas falsedades, entre espejos y maldades; una verdad acomodada para no sentir la vida tan pesada. Se me ha hecho tan largo el tiempo en tan pocos años que prefiero sentarme pues empezaba a marearme, a sentir ganas de bajarme, de no jugar, dejar de respirar, detener el corazón y las memorias y los recuerdos y las verdades y las mentiras. Sigo aquí arriba con mis monstruos, le quiero ver el lado bueno a cumplir todos sus antojos pero vuelvo a mirar mi bosque desde la copa de los árboles cual Noctámbulo cambiante y recuerdo mis primaveras ya extintas y no puedo evitar volver a menguar. Se me ha enfriado de nuevo el café, mis vientos soplan tan fríos que ya me es imposible mantenerme tibia, ya no hay nada de calor en el infierno de mi sillón. Desde hace algunos años aquí empiezo y aquí termino, desde aquí veo y existo y no porque quiera es que ya no sé que hacer conmigo. Al final del pasillo hay tres puertas que no me llevan a ningún lugar y es triste saber que no habrá vuelta atrás al pasar por alguna de ellas. Muero de sed desde hace tiempo he perdido el sentido del tacto tanto como la cabeza y miro en retroceso y siento que he perdido la memoria. Ya no soy ni capitán de mi propio barco, dejé que alguien más navegara por mis mares hasta perderme en mi propia oscuridad y mis monstruos y demonios vuelven a devorar mi mente. Ya he perdido mi barca, mi tripulación y mi mapa, ya no tengo nada más que perder; hasta en mis cielos se han dejado de ver las estrellas que tenía tatuadas en la piel.

Ya no soy ni la sombra que antes era.



Ayumi.