24/10/16

Corta Historia

No fue la lluvia torrencial que cayó aquella noche la que me hizo extrañarte ni pensar que te había extrañado antes de esa noche. Se suele confundir el pensar en alguien y extrañar a alguien... no es lo mismo.

Pienso en ti constantemente. El sonido penetrante de las hebillas de tus botas que lograban opacar la sinfonía natural del viento cuando caminábamos por la ciudad, el brillo imaginario que solía tener tu sonrisa cuando, al charlar, nos dábamos cuenta de las mil y un cosas de las que podíamos platicar sin aburrirnos ni un instante... En las mareas profundas de tus cabellos en los que mis dedos podían nadar libremente sin correr peligro en las tormentas de tu oscuro pelo y en la sensación que invadía a mis manos el sentirte disfrutarlo. Pienso en tu boca y en la perspectiva tan linda que tiene mientras te miraba recostada en tu pecho y te escuchaba platicar de todo y de nada y yo entendía todo lo que decías aunque no dijeras nada. Pienso en lo imponente que eres frente a la gente, en como te miran al hablar, atentos. Pienso en como miras, como tus ojos forman todo un planeta distinto sólo por hacer lo que quieran y de pronto disuelven el mundo existente y a las personas que lo conforman y queda sólo lo que tus ojos miran y arden, arden y llueven. Pienso en como sonabas cuando te arreglabas frente al espejo y como sonabas frente a mí, detrás mío, debajo mío, lejos de mí. Pienso en ti repitiendo mi nombre. Pienso en ti llamando y esperando por mí. Pienso en ti sin poderte tocar, deseable e imposible y pienso en ti derretido con tu cuerpo entre mis manos diluido en deseo e impotencia. Pienso en tus ojos volviéndose Alba mientras mirabas mi espalda y en como te transformabas en atardecer. Pienso en ti en el vacío oscuro de una habitación que no conozco. Pienso en un tú en el vacío intenso de mi habitación, un oscuro tú qué desconozco. Pienso en ti en el beso matutino del café y en la marca que dejan los labios en la orilla de la taza y cuando espero veinte minutos en la fila, me quedo riendo pensando en que tú ya te hubieras largado de aquel lugar. Te pienso en los desayunos del domingo y en las pláticas profundas que terminaron en besos y dulces de menta. Pensaba en ti perdido entre la gente y riendo de quien sabe que cosas mientras te miraba esperando que lo notases.
Nunca pasé una noche de lluvia contigo pero esa tormenta te trajo consigo. Curioso e inesperado, como tú. Esa noche la lluvia no olía a tierra mojada. Esa noche olía a ti. Olía a tu café de la mañana, al licor de tu boca nocturna, a ti al salir de la ducha, a ti siendo tú entre el mundo que nos rodea. Esa noche, después de la tormenta, el cielo quedó claro y las estrellas fueron tus ojos mientras charlábamos, fueron el brillo de tu boca en mi perspectiva desde tu pecho, fue el beso, tu beso, tus besos. No fue ni la noche ni la tormenta, fue el inexistente tú, el eterno tú, el incontrolable tú, el misterioso tú y el tú en mí lo que me hizo extrañarte. 

Ayumi Jane.