22/8/11

Delirio

En la persuasión, en íntimo delirio...

Es fugaz, incierto en dicha, es mentira,

masacre y miedo, melodía delira

e inspira vencidos, sin vida a un lirio.

¡Qué muerte interna, enferma luz de cirio!

Entre estertores, una frugal ira,

cuerpo agónico, intacto, hostil expira;

extrañeza insensata, hondo martirio.

Miserias arrebatan en bondades,

es cadáveres, es sufrir en la nada;

intensa elegía, falsas piedades.

Porque en los deseos, ésta alma es hada

y contumaz se alza, a fidelidades

obituario insano, mente inmolada.

Hadifantástica.♥♫

A un lugar.

Donde la ausencia mate

y el recuerdo haga ausente el presente.

Donde el recuerdo hiera

y el olvido acabe.

Donde el dolor de la soledad

extinga mi ser.

Al principio: la muerte...

y que ésta dé la vida.

Donde el amor se apaga

y la soledad te brinda

la muerte necesaria

para renacer.

En donde los pasos no suenan

y no se cuentan las palabras.

Donde no pagas la entrada...

Donde el amor no existe.

Donde la sed te mata...

Y la verdad alcanza.

Donde la vida acaba...

y la luz se enciende

y el dolor está presente

y la fe y la nada.

Donde el libro se cierra...

Y ya no es tuyo...

Y ya no es blanco...

Y ves que escapa.

Donde no existe el presente

ni el pasado

y el futuro se apaga

¿A dónde voy?

Donde el sufrimiento embarga

al corazón que lo aguanta.

Donde la sangre quema

y el sabor se acaba.

Donde la vida empieza

y la luz se apaga.

Donde el dolor no existe

ni la fe, ni nada

Donde se esfuman los sueños

y la esperanza acaba.

Donde no hay cariño

y la sangre se derrama.

Y la piel,

Y el corazón,

Y el alma,

Y ya no hay más,

ya no hay nada.

¿A dónde voy?

Donde la tierra acaba.

Donde el rojo es blanco

y el azul la nada.

Donde no hay llanto

y la mirada vaga.

Donde nada vale.

Donde no importa nada.

¿A dónde voy?

Donde no vistes

si no es la piel del alma.

Donde el deleite es nada

y el placer se acaba.

Donde no hay NADA

¿A dónde iré?

¿A dónde voy?


♪Ayumi Hikayu.

17/8/11

"Me entrego completamente al contexto de tus manos. He descubierto que no tengo más motivo que lo mucho que hemos grabado en el aire con gemidos y en la piel con cada beso. Me entrego por completo a tu fuego, a tus miradas que se aferran a mis caderas, a la miel sobre mi cuerpo al sentirte morir entre mis mares. Infestadas estan nuestras costumbres de danzantes notas musicales y colores naturales de las luces destellantes de nuestros cuerpos cambiantes."

Edith

La distancia de los cuerpos.



Me mantuve oculta en la oscuridad, mi vida pasó por mi mente en segundos. Pensé en él.

Cerré mis ojos y deseé que nada de esto estuviera pasando. Me acosté en posición fetal. Le lloré. Me lloré. Recordé todos los momentos de enojos y cada una de mis alegrías. De fondo gritos escalofriantes dentro de un silencio eterno. Creí que estaría segura y me tape los oídos. Después de 4 días caí en un profundo sueño.

Nada había cambiado sin embargo no estaba en el mismo lugar. Me levanté desconcertada y miré alrededor. En el piso yacías inmóvil, frío. Desperté.

Por alguna parte entró la luz del sol, solo un pequeño rayo que alcanzó a alumbrar mi frente. Me asomé solo un poco, no había ruido. Fue escalofriante. Salí de mi escondite y miré la plaza llena de sangre y cuerpos sin vida. Brazos, piernas, uno que otro dedo y ojos regados por todo el piso. La sangre adornaba, brillante, todas las ventanas de los negocios. Estaba sola.

Esquivando los restos humanos y con sentimientos encontrados tenía que asomarme a alguna de las tiendas. Moría de hambre. Caminé unos 10 cuerpos, dos brazos y tres piernas hasta llegar a un minisúper. Todo seguía en silencio. Una de las puertas estaba abierta, los ventanales teñidos en rojo y creo haber visto un pedazo de alguien colgando del anuncio de afuera. Me asomé y no alcancé a distinguir nada peligroso. Saqué el celular y encendí la luz. Entré. Tomé una bolsa plástica y me dirigí directo a las latas mientras, de nuevo, esquivaba pedazos de ellos. Los estantes no estaban lejos, quizá unos dos o tres cuerpos después de la puerta. Cogí unas cuantas latas, pañuelos desechables y me fui un poco más lejos por unas botellas de agua. Tomé unas cajetillas de cigarros. Salí. Lo había logrado. Regresé hacía donde estaba escondida. No sentí hambre. Encendí mi cigarrillo y volví a pensar en él. A lo lejos alcancé a distinguir que algunos caminantes comían mientras la víctima aún gritaba y moría. El miedo se volvía un estado definitivo. No tenía música, los gritos se volvían la única melodía. Cerré los ojos y tapé mis oídos. Recordé su voz. ¡Bastardos hijos de puta! Me quedé sola.

Tres cigarrillos pasaron hasta que escuché como se acercaban varios de ellos. Me escondí. Fue horrible ver como seis de ellos se llevaban, agonizando, a esa señora. Se la comían poco a poco. Ojalá hubiera muerto ya. Mis sentimientos iban pudriéndose dentro de mí. Las lágrimas brotaron exponiendo mis recuerdos al viento. Cerré los ojos y lo vi, frente a mí, acariciando mi rostro, hablando de amor. No podría salir. Dormí. En mitad de la noche me despertaban los gritos desesperados de las personas que querían escapar de las garras de esas cosas. Quizá no estaba cerca de mí pero en la ciudad había tal silencio que a kilómetros se escucharía si me arrancaban los miembros.

Por la mañana, otra vez, el silencio mecía las nubes en el cielo. Decidí salir. Bebí un poco de agua, abrí una lata de atún. Comí. Habiendo comido más a fuerza que de ganas encendí un cigarrillo y empecé a brincar cuerpos para salir de la plaza. Teniendo extremo cuidado pero ágilmente logré llegar a la salida después de cuarenta y cinco cuerpos contando las partes sueltas, claro. Estando en el estacionamiento alcancé a divisar quizá unos seis o siete caminantes que comían policías cerca de un teléfono público. Reí a carcajadas por dentro. Busqué con la mirada la patrulla y me acerqué esperando hubiera algún arma. La encontré. Jamás en la vida había disparado una escopeta ni un arma más pequeña. La tomé y revisé las municiones. Había unos cuantos cartuchos en la guantera y el arma estaba cargada con cuatro tiros. Los cogí y me alejé cuidadosamente. Salí del estacionamiento y caminé por la avenida intentando recordar alguna melodía. Tarareaba en mi mente, me daba miedo hacer algún ruido que no fueran los de mis pasos. Encendí otro cigarrillo. Fue inevitable, en varios momentos, no recordarlo haciéndome el amor o besando mi espalda. Con algunos pasos solté lágrimas que seguían despojándome de toda emoción. La idea era caminar hasta encontrar un lugar donde esconderme de noche. No sabía hacia donde estaba caminando solo me fijaba que en el camino no me tropezara con algún muerto o muerto vivo. Sin querer llegué hasta donde todo había iniciado para mí. Cuando alcé la mirada fue cuando me percaté de ello. Estaba a unos 5 cuerpos de donde él había muerto y ya no estaba. Fue en ese instante que recordé su voz llamándome AMOR y diciendo te quiero. Así lo recordé. Encendí mi cigarrillo, le di dos fumadas y escuché pasos. Gruñidos desconcertantes y estremecedores. Nunca había sentido tanto miedo. Iban por mí, sin duda. Volteé y lo vi ahí frente a mí sin un ojo y con una gran mordida en la cara y en las costillas. Ya no era él. Después de esto no volvería a llorar. Tomé la escopeta. Cargué. Corrió gritando hacia mí para atacarme. Jamás olvidaré el sonido de su cráneo al estallar. Grité por dentro ahogando mi dolor y me tiré al suelo.

Mis manos tiemblan mientras escribo esto. En verdad ya no está. Me quedé sola.

Ayumi.